El otro día, mientras realizaba compras en una tienda de conveniencia, me percaté de la presencia de un niño youtuber junto a su familia. De inmediato, las miradas se concentraron en él. Diversos adultos se dirigieron al niño, cuyo nombre coincide con el de su canal, con frases como: "Hola, ¿cómo estás?", "¿Me puedo tomar una foto contigo?".

Imagino el proceso electoral como una visita a un puesto de tacos donde pides una orden con guisos echados a perder. Al llegar, examinas las opciones y notas que algunos están plagados de larvas, otros con moscas y otros están cubiertos de moho. Evidentemente, ninguna de las opciones parece segura para consumir, pero, aun así, pides uno de cada uno, ¡incluso en tortillas de harina! Para enmascarar el sabor desagradable y la culpa de ingerir algo que, sin duda, te perjudicará, solicitas al señor taquero que les agregue abundante pasto, coronándolos con un generoso chorro de limón y bañándolos en salsas roja y verde. Qué diferente sería si al entrar a ese puesto de tacos, expresáramos nuestro descontento e indignación por que nos ofrecen comida en mal estado que nos causará daño. Seguramente, si nos rehusáramos a comprar colectivamente, el dueño cambiaría drásticamente sus prácticas o cerraría el negocio por falta de clientela.

Imaginemos una roca sólida, imponente e inquebrantable. Al principio, una única gota de agua que cae sobre ella no produce ningún efecto visible. Sin embargo, con el paso del tiempo, la constante caída de gotas comienza a erosionar la superficie de la roca. Poco a poco, pequeñas grietas y hendiduras se van formando, debilitando la estructura de esta.

Existe un sesgo social que ignora, minimiza o incluso celebra el maltrato físico y psicológico de madres y padres, pero sobre todo de la madre, hacia los hijos. Esta dinámica compleja tiene graves repercusiones en la vida adulta de las y los afectados, impactando su capacidad para establecer relaciones sanas.Los videos humorísticos sobre el maltrato materno generan una falsa sensación de normalidad. Se trivializan experiencias dolorosas, creando una narrativa donde el abuso se acepta como parte de la crianza. Frases como "te lo hace porque te quiere" o "así son las madres" enmascaran el trauma y la culpa en las víctimas, quienes incluso agradecen las evidentes muestras de desamor.Los niños que sufren maltrato internalizan patrones de comportamiento disfuncionales, y en la adultez, pueden repetir estos patrones en sus relaciones, tolerando el abuso o repitiéndolo.Es común que las personas que han sufrido maltrato busquen culpables en todas partes. En sus relaciones adultas, culpan a su pareja por su dolor, sin reconocer la influencia de sus figuras parentales. Atribuyen a la pareja características negativas, como "narcisista", sin analizar las raíces de su propia infelicidad.Es hora de dejar de buscar chivos expiatorios y mirar hacia nuestras propias experiencias. Madres y padres debemos ser conscientes del impacto que tenemos en nuestros hijos. La responsabilidad de construir relaciones sanas es compartida, y la sanación individual es un paso crucial para romper el ciclo del maltrato.

LO PELIGROSO DE PEDIR A NUESTROS HIJOS LO QUE NUESTROS PADRES NO PUDIERON DARNOS.

El término "generación de cristal", que considero peyorativo, se utiliza para describir a una generación de jóvenes que se caracterizan por su supuesta fragilidad emocional. Esta supuesta fragilidad se atribuye, en parte, a una crianza sobreprotectora por parte de sus padres. Se les considera personas con muy poca tolerancia a la crítica y a la frustración ante el no logro de metas.

He vuelto a pisar el verde césped, mi templo personal, para reencontrarme con la pasión que me corre por las venas: el fútbol.

De acuerdo con el programa Classroom Assessment Scoring System (CLASS) de Robert Pianta, las mejores aulas son aquellas en las que se escuchan más conversaciones sociales, en donde se cuenta con un educador sensible, disponible y flexible que facilita la exploración del mundo e incrementa la confianza del alumno.

El juego es una actividad fundamental para el desarrollo del cerebro del niño. Durante el juego, los niños aprenden, exploran, experimentan y crean. El juego también es una forma de expresión y socialización. 

En el artículo titulado "Parents’ Growing Pains on Social Media: Modeling Authenticity", se plantea la idea de que la información que compartimos sobre nuestros hijos en las redes sociales puede estar asociada con nuestra imagen personal. Se sugiere que cultivemos una mayor conciencia para evitar que nuestras decisiones relacionadas con la exposición de nuestros hijos en estas plataformas comprometan su seguridad y bienestar. Una conciencia autorreflexiva implica cuestionar las intenciones detrás de las revelaciones en línea sobre nuestros hijos o niños a nuestro cargo. ¿Compartimos esta información en busca de validación o reconocimiento de otras personas? ¿Exponemos innecesariamente la privacidad de los niños por el bien de nuestra propia imagen?. En resumen, la exposición de los niños en las redes sociales es un tema que requiere atención y cuidado por parte de de los padres, docentes, familiares y otros cuidadores.

El medio ambiente proporciona infinidad de recursos para el aprendizaje. Es por esto por lo que se recomienda incluir dentro de nuestra agenda, visitas a espacios al aire libre como parques, ríos, bosques, campo, etc. en donde los niños puedan interactuar con los elementos que nos brinda la naturaleza.  La curiosidad e interés del niño, será la mejor herramienta que definirá el rumbo y el ritmo de la experiencia, así como mostrarnos entusiastas y atentos mientras los acompañamos durante la exploración. ¿Cómo me doy cuenta de que un niño está interesado en algo en particular? Algunas de las señales son:

Las redes sociales han cambiado la forma en que nos comunicamos y compartimos información. Sin embargo, también conllevan riesgos, especialmente para los niños. Una vez que se publica una imagen o video en internet, es imposible eliminarla por completo. Incluso si nuestro perfil es privado, es posible que alguien lo comparta en otro lugar, sin nuestro consentimiento. Las imágenes de los niños pueden contener información personal, como su nombre, edad, ubicación o actividades. Esta información puede ser utilizada para fines maliciosos, como el acoso o la explotación. Existen páginas y grupos en internet dedicados a la circulación de imágenes de menores. Estas imágenes pueden ser obtenidas de los perfiles de los padres o cuidadores, sin su conocimiento. Los comentarios positivos o negativos que se hagan sobre los niños en las redes sociales pueden tener un impacto negativo en su vida presente y futura. Monetizar con la imagen de los niños es una forma de explotación infantil. Cuando los padres o cuidadores utilizan la imagen de los niños para obtener beneficios económicos, están vulnerando sus derechos. Es importante ser conscientes de los riesgos que conlleva compartir fotos de niños en redes sociales. Antes de publicar cualquier imagen, debemos pensar en las consecuencias que puede tener para el niño.